Pasa lo contrario cuando el artista prepara una obra singular para lo que se ha denominado tradicionalmente "exposición colectiva" y que, últimamente, pasa por ser poco más que la selección directa de esa nueva figura del mundo de la creación llamada, según proceda, "comisario" o "curador". En este tipo de trabajos el artista suele soltarse un poco más ya que, más que querer acoplarse dócilmente al tema general de la muestra o el concepto ininteligible con el curator de turno ha bautizado todo el invento, lo que quiere es marcar territorio, ser lo más diferente posible de la previsible homogeneidad que el epígrafe correspondiente desea.
Si un artista reúne, de forma más o menos casual (puesto que al azar, como sabían los surrealistas, es arma poderosa) o, si se quiere, más que menos intencionada, todos estos trabajos pueden conformar un verdadero catálogo de sorpresas y de contradicciones. Puede resultar que todos aquellos que creemos lobos solitarios configuren una manada feroz o, por el contrario, que aquellos que creemos evidencias plásticas de nuestra autoría, no encajen entre sí ni aplicando la voluble lógica de los sueños.
Los tres artistas de La Xina A.R.T., Benxamín Álvarez, Xesco Mercé y Marc Vilallonga, han querido seguir la premisa circense del "más difícil todavía" y han puesto en el mismo saco, es decir, en la galería The Grey Square, sus particulares creaciones más inclasificables, pero las han mezclado entre ellas como un cóctel bondiano, conformando un caleidoscopio desprovisto de títulos (títulos de propiedad, en definitiva) que invita al visitante a un travieso juego de atribuciones y desencuentros: "Senars i escarceos".